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Arte y política

  • Foto del escritor: nahueltajan
    nahueltajan
  • 31 may 2020
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 17 jun 2020

Una mirada sobre el carácter político del arte.





El arte ha tenido su protagonismo en el desarrollo político. Un instrumento de comunicación sensible. Cada tiempo histórico fue marcando los parámetros dentro de los cuales se movió el mensaje, el concepto. El debate sobre el lugar que ocupa el arte es un dilema indisoluble entre quienes poseen el conocimiento teórico. El “debería” sigue ocupando un lugar preponderante en la sabiduría de críticos e intelectuales sumergidos en una irresoluble divergencia, una aporía del cosmos. Los motivos que llevan al artista a moverse en diferentes campos de la expresión ocupando un lugar político del discurso. ¿Para quiénes se hace arte?

Con la mímesis la pintura buscaba el acercamiento a la verdad a través de la representación. Me ocurre cuando estudio sobre un personaje o un acontecimiento de la historia trato de darle al texto una entidad apoyada de imagen, en ocasiones referida a una pintura histórica tratándose de la etapa pre-fotográfica. A su vez mi imaginación hace que la abstracción propia del lenguaje conceda de cuerpo y presencia a todo aquello que carece de previo adoctrinamiento imaginario. De hecho mucha pintura histórica está basada en supuestos y delirios propios del artista ejecutor de la obra. Cómo decía, imagino los gestos de Alejandro el Grande, la soberbia de Napoleón, el calor la Bastilla en llamas, el olor de una época: asocio el hedor húmedo, la naftalina de los armarios de mi abuela, a épocas pasadas. Claro que el pasado huele hoy a pasado y no al referente. Estos artilugios son la manera que tengo de acercarme a la obra. La imagen retazo tiempo. Imaginar es retazar. Cuántas veces habremos escuchado decir que mantener vivos a los muertos es recordándolos. Hay muchas personas muertas de las cuales su imagen se nos ha borrado, aun así quedándonos las sensaciones, esas anécdotas paradigmáticas que divagan en personas sin rostros. El significado.

Recordamos recreando. En la Historia, tratar de que la imagen se parezca lo más fehacientemente a aquello que fue da entidad de verdadero. Pero queda toda la subjetividad aferrada a la verdad. En ocasiones cotejo varios retratos de un personaje histórico y entro en la duda propia de las profundas tamizaciones sufridas en tal adoctrinamiento estético. Por ejemplo, me pasa con el retrato de José de San Martín. Es entonces cuando me pregunto cuán importante es para la obra de arte su mimetismo. La interpretación sumada a la torpeza de la técnica empleada (nuca será perfecta) es la verdad a la que podemos acceder.



Existe un estado previo al encuentro con la obra. El sitio donde se expone, físico o geográfico, es relevante. El hecho de que estemos ante la obra en un museo, galería, revista, web, lata de sopa, camiseta, nos prepara para la idea de que alguien nos interpelará, y que debemos ir cargados de un número de respuestas ante la propuesta que se nos presente, dependiendo el grado institucional del soporte. ¿Qué nos quiso decir el artista? El grado referencial, o sea, lo que hay luego de su misma manipulación, es lo que encierra un nuevo mundo, una descripción de la visión en un sentido amplio. A eso lo llamo un hecho político.

La idea que el artista puede deshacerse de su propia entidad política es errónea. Hay una tendencia de generalizada de calificar un tipo de arte como político, dando a entender que hay otro que no lo es. Incluso algunos se jactan de salirse de la política y realizar obras con contenido que van por otras direcciones. Ir por otras direcciones también es político, es una decisión de posición. El peligro es cuando estas actitudes esconden una política encriptada intencional. En la política institucional es un recurso de ciertos partidos el tratar de “despolitizar” algunas decisiones que afectan directamente a la sociedad como si aquello que fuera político viciara de ideología al sentido común. Una especie de liberalismo de las ideas, o diría yo, liberarse de toda idea para que no quede opción política de decidir por nosotros mismos cuál es el criterio que queremos seguir a la hora de posicionarnos como seres sociales. “A ese no le importa la gente, solo hace política” grita alguien de forma peyorativa cuando pregona el odio hacia una idea, hacia una política. Que no haya conciencia política en la ciudadanía es una forma de desmoralizar las conciencias para dominarlas. A-politizar es claramente político.


El arte abstracto de comienzos del siglo pasado era un anuncio político que partía de otras formas de concebir el mundo a través de sensaciones espirituales, geométricas, musicales. Era una invitación hacia una nueva visión del mundo. Un contexto histórico se involucra en los artistas y espectadores y juntos construyen el mirar. Es por eso que es paupérrima la mirada de algunos críticos de arte que pretenden hacer creer que el arte no debe explicarse, no puede tener un texto implícito o explícito que lo sostenga; en definitiva, un contexto. La obra no puede hablar demasiado sin salirse de la mera experiencia material. Podría hablar alegóricamente, sin tratar de explicar demasiado. Así es que podríamos empezar a quemar los libros de historia del arte que no hacen otra cosa que salirse todo el tiempo de los bastidores para divagar en el mundo que los rodeaba. Decir eso también es político, como intentar no decirlo.

Nietzche decía que no hay hechos, sino interpretaciones. No hay obras de arte, sino una forma interpretable e interpelable de ver el mundo desde un lugar simbólico. No vemos objetos sino la luz que refracta y se descompone en mapas de colores. Deconstruimos en la medida en que seamos capaces de adentrarnos en los mundos que forjaron al arte y a nosotros mismos y así poder dialogar con un lenguaje sensible.

La vida transforma al artista como el artista transforma la materia. Y a través de esa materia evoca al tiempo presente, habla de él porque es parte de él, se encuentra en ese momento. Y en ese presente evoca a un estilo de vida propio del acontecer social y político que marca el linaje de su pensamiento. Se llama arte plástico por la capacidad de transformación de la materia, así como el arte conceptual moldea desde la idea dándole materialidad. Todo es materia interpretable. La luz, el olfato, la audición, son las formas de vibraciones que traducen la materia empleada en discurso. Y si entonces tenemos discurso, ¿Qué problema hay en con el texto, señor crítico de café azucarado?

La obra de arte es un punto de la línea temporal y a su vez es la línea. Hasta donde sabemos, nada es concebible sin el tiempo. Es la forma de ver la vida y transformarla. El arte por el arte es equivalente a decir que el arte es a-político, no existe tal cosa. No cantamos bajo la ducha bajo la consigna arte por el arte, para nosotros mismos, sino que lo hacemos porque queremos ser cantantes. No se puede escapar a lo que somos, y somos por un contexto. El informalismo hablaba de la realidad que los rodeaba rompiendo con la forma como se la conocía. Su negación era una forma política. Ni hablar de las vanguardias, que sin tener noción del momento histórico en que aparecieron no tienen ningún sentido. Allí reside el significado de lo que hoy se llama arte conceptual. ¿Cómo se puede pensar no debe ser explicado? El arte habla y piensa. El arte ha cambiado a pesar del conservadurismo. Dialogar a través del arte designa una época, un camino. En la creación está el cambio de paradigmas y nunca podemos creer que ese paradigma sea indiferente a los cambios que provocan las acciones políticas, sociales y culturales. Somos lo que vivimos y la experiencia de vida es la creación. Desde la indiferencia y la desvinculación aparente nos comportamos como seres políticos. Cuando nos quejamos del mundo que nos rodea solemos decir “Estamos atrapados en el sistema”. Se podría decir lo mismo de otra manera: “Estamos en el sistema y no queremos salir de él”. Depende de la interpretación. Aguerrirse a lo inevitable para lavar culpa es una decisión política, como pintar naturalezas muertas con frutas. Pensamos que quedaría mal ante el prójimo decir que no nos interesa cambiar nada, cosa que pasa la mayor parte del tiempo. Es como aquel comportamiento “antisistema” que no hace otra cosa que aprovecharse de las ventajas que ofrece el sistema aprovechándose de él, como por ejemplo no pagar por el uso del transporte público, el cual funciona gracias a ese sistema del cual están tan en contra.

Hoy día es muy fácil faltar el respeto a la política porque pareciera ser la culpable de todos los males del planeta. Vivimos en una época especialmente contradictoria por culpa de las malas decisiones de ciertos individuos. Es precisamente en estos momentos cuando más hay que involucrarse y no des-creer, de lo contrario estaremos matando al perro para que no haya más pulgas. El arte lo quiere cambiar todo, mostrando aquello que pasa desapercibido, aquello que se encuentra normalizado desde una mirada diferenciada para poder darle un nuevo carácter y cuestionarlo. El arte debería ser un principio, no un fin. El simbolismo de lo que ocurre afuera de las galerías. Un lenguaje que explica la vida. En ese sentido el arte sería una especie de decoración política, valga la posible controversia de este término.

Durante mucho tiempo he pintado porque era mi única manera de no sentirme solo. ¿Hacía arte por el arte, para mí mismo? Pensaba que sí, que ese era mi grito interno. Pero en verdad era una manifestación para ser escuchada desde la clandestinidad. No se pueden callar los pensamientos cuando salen. Salen precisamente para ser escuchados. El arte necesita ser escuchado. Somos una simbiosis. Incluso sabiendo que nadie nos observa, pintamos para alguien más que nosotros. Si aprendemos lenguajes de expresión es porque antes que nosotros las personas ya se comunicaban. No podemos pretender aprender un idioma si no es desde el otro.


Ilustraciones:

Retratos de josé de San Martín

 
 
 

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